marzo 15, 2024

Tejer la red

Desde la lejana Medellín, entre las montañas antioqueñas escuché los ecos de una red, la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca. Me llegaron las voces del Perú, pero sobre todo del rural, del campo. Este camino de la promoción de lectura no se construye en solitario, es necesario el otro, leer para otro, enamorar al otro, contarle al otro. Una vez supe de ese trabajo, allá en Cajamarca, fantaseé con conocer más de cerca de qué se trataba todo esto. Hasta ahora su biblioteca campesina suma una gran variedad de números; es decir, una gran variedad de voces, porque este ha sido el trabajo de la escucha amorosa y delicada para que esos hilos de voces no se los lleve el viento, sino que persistan y resistan en las páginas para que ellos los lean, para que otros los sigan leyendo.
Ese lugar, allá en Cajamarca, sonaba de cierta manera mítico, pues una de sus principales figuras, la que llevó la batuta durante mucho tiempo, es uno de esos seres que ya son difíciles de encontrar. Un todero, un caminante, un curioso, un hombre respetuoso de su tierra y sus saberes, un escucha, un amoroso. No sería acertado decir que no conocimos a Alfredo Mires. No es cierto. Él decidió irse a caminar antes a otras tierras, seguramente para seguir recogiendo voces y entonces, nos dejó un tremendo equipo y existe en cada uno de ellos. En la casa, en esta casa, en cada uno de los detalles que la habitan está él, está su espíritu. Es imposible no nombrarlo a cada tanto. En el desayuno con Karina que me cuenta de su buen humor. En la mesa con Lola que me dice de su gusto por el pan de agua de su barrio “Tráeme un pancito de agua” le decía el Alfredo. Del respeto y la admiración con la que habla Don Javier al mencionar la memoria de Alfredo y de Rita, su compañera de andanzas que respira esa tranquilidad venida de haber compartido tanto con él. Alfredo está en la sala de juntas donde la asamblea es un acto político desde el cariño, donde se toman decisiones porque se escuchan. Que tremendo gesto, se escuchan. Y yo, que trato de que en cada vivencia la gente, escuche, hable, lea y escriba, me encuentro con esta enorme muestra de vida.
Nuestro paso por esta casa quedará marcado en la piel como uno de los más memorables de nuestra travesía por el continente. Pudimos llegar a la red y pudimos llegar de la mejor forma, con las ganas de compartir nuestro trabajo, nos fue dado ese regalo de la vida, de que estas personas, a las que tenemos tanto que aprenderles, nos dieran la oportunidad de compartir eso que nos gusta. Durante muchos días Cajamarca fue un laboratorio para que Al son del corazón viajero pudiera experimentar y poner sobre la mesa, juegos, libros, escritura, palabras y danza. Fuimos bien recibidos, fuimos recibidos de la mejor manera posible, con el cariño y el amor que suelen demostrar en todo acto, en la abundante y deliciosa comida, en hacer que a cada momento nos sintiéramos bien, en hacernos sentir parte de este equipo, porque así los sentimos, en las muchas conversas que teníamos para invocar la vida desde la palabra. 
Seguirá la admiración infinita a este colectivo de guerreros, guerreras, soñadores, tercos, que siguen creyendo que es necesario mantener en pie esta casa, esta casa que existe y se replica en cada una de las bibliotecas donde se esparció la semilla y que ahora germinan, bonitas, chiquitas, con un estante lleno de libros coloridos, con personas que entre las labores del campo, de la dura labor del campo, sienten que es necesario irse a encontrar con los libros. Que siguen haciendo círculos de palabras, pagos a la tierra y respetando la memoria de todos los que los han precedido. Larga vida a los libros, amor a la tierra y cariño a la palabra que no se agota, que no se apaga.
Jaime Roldán

Bien acompañados

En la Red de Bibliotecas Rurales, como decía nuestro querido compañero Alfredo Mires, evitamos al máximo la burocracia; Así, los procesos que seguimos son mínimos, sencillos y comprensibles. Un ejemplo claro son los trámites para aperturar las nuevas bibliotecas cuando las comunidades lo solicitan: una solicitud simple y las firmas de quienes desean la biblioteca en su comunidad; adultos, jóvenes, niños y ancianos.
Por ello, nos cuesta entender por qué las instituciones estatales y privadas están plagadas de trámites y documentos engorrosos, incomprensibles. Que no se pueda entender y aceptar la simpleza con la que trabaja un voluntario, más aún, si es comunero.
Felizmente, en nuestros andares, siempre encontramos personas y organizaciones que nos acompañan y ayudan a esclarecer muchos de estos trámites, legalmente indispensables.
Desde hace algunos meses, y empezando un nuevo periodo administrativo en Bibliotecas Rurales, contamos con el acompañamiento del estudio contable Consulcont, en las personas de Rodolfo Urteaga y Mónica Narváez. A ellos nuestro reconocimiento por su constancia, por los gratos momentos que compartimos y por el ánimo que nos infunden con sus orientaciones que contribuyen a fortalecer los aspectos administrativos de nuestra Red.

En tiempos de sequía

Son tiempos calurosos en la ciudad de Medellín, Colombia con temperaturas entre los 29° y 33° grados centígrados la mayor parte del día; sin ninguna señal esperanzadora de alguna lluviecita que dé algún respiro a la bondadosa cantidad de arbolitos y plantitas que viven en esta ciudad. 
Hace pocos días fue que, mientras caminaba por la universidad, me crucé con un bebedero de agua que no había notado nunca antes. Al mirarlo más detenidamente pude ver que alguien había escrito sobre él la siguiente frase: “el agua será el oro en tiempos de sequía”.
No pude evitar conmoverme y dejar caer una lágrima, recordando a mi amada Cajamarca. Recordando nuestra constante lucha por el agua, por la vida, por nuestra gente y por la justicia. 
Han pasado casi doce años desde el comienzo de la serie de manifestaciones masivas en contra del proyecto “Conga”. el cual pretende -ya que se mantiene “suspendido” hasta el día de hoy- arrasar con 238 hectáreas de humedales y lagunas que, no solo proveen de agua a miles de familias que viven de la agricultura y la ganadería en el páramo cajamarquino y, a la vez, alimentan así a toda la ciudad de Cajamarca, sino que son invaluables para el sostenimiento del ecosistema de la zona. 
Han pasado casi doce años desde que, en aquellas protestas, vi a mi yo de diez años enfrentándome, por primera vez en mi vida, a caminar por la Plaza de Armas de mi lugar de nacimiento, defendiendo mis ideas y las de mi gente, rodeada por policías y militares armados, dispuestos a dispararle a cualquiera al que consideraran una amenaza para el “progreso y desarrollo” del país.
Hoy siento, una vez más, las calles de mi pueblo llenas de sombreros y banderas, de gritos de justicia y de libertad, del clamor de la tierra misma, defendiendo su vida a través de nuestras voces.
Y es que no es coincidencia escuchar a tantos diciendo “hace demasiado calor”, “el clima ya no es como antes”, “hace años este tiempo era tiempo de lluvia”. No es coincidencia, es el bramido fuerte y claro de los bosques talados e incendiados, de los peces que quedaron sin ríos, de las montañas que quedaron sin agua, del aire que entra gris y poluto por nuestros pulmones.
Pero hoy también siento la esperanza de que no sea cierto que “sólo después que el último árbol sea cortado, sólo después que el último río haya sido envenenado, sólo después que el último pez haya sido atrapado, sólo entonces nos daremos cuenta de que el oro no es comestible.” 
Ojalá sea antes, ojalá sea hoy…
Mara Mires Mocker

Alfredo y el Ñaupa

Alfredo Mires recorrió el Apu Qayapuma durante varias décadas, al punto en que se sabía de memoria la ubicación de cada pintura y los caminos para llegar hasta ellas. Caminó, se adentró en el Apu y pernoctó muchas noches para investigar a fondo la relación de cada dibujo con el ambiente, con el cambio de la luz y temperatura; pasó días enteros internado allí, donde habitaron nuestros abuelos, para observar lo que sucedía durante el tiempo de lluvias y de sequía, porque todo eso influye, nos decía, nada se ve igual, todo cambia según las circunstancias.
Investigó cada espacio del “Puma convocador”, con las limitaciones propias del peruano que se atreve por su propia cuenta y cuyo presupuesto, muchas veces, es solamente su propio ánimo. Y así anduvo también por otros lugares.
Cuando iba por las comunidades preguntaba a los comuneros, quién había hecho las pinturas, los santuarios, los petroglifos, los ceramios. La gente le respondía, cuenta él, que todo eso lo había hecho el Ñaupa. Por eso, cuenta también que decidió bautizar con el nombre “Ñaupa”, al personaje recurrente que encontró en las callanas, esos pedazos de cerámica que se encuentran en cualquier lugar sagrado de los Andes, y también en otras representaciones del arte rupestre cajamarquino. A base de estas investigaciones, Alfredo completó y recreó El Ñaupa gráficamente, dándole un sentido social, cultural y político. (El Ñaupa T1, p.8).
Desde la Red de Bibliotecas Rurales, se ha realizado la publicación de los libros El Ñaupa (tomos 1 y 2), donde Alfredo, con creatividad y respeto a los dibujos originales, nos muestra muchos otros personajes convertidos en ñaupítas, con frases provocadoras, expresiones solidarias, animando a la lectura, entre otros.
Siempre estaremos agradecidos con Alfredo por legarnos tan grande riqueza cultural.

marzo 01, 2024

La ensoñación del Ñaupa

No sueño los sueños yertos
de paraísos perdidos:
yo sueño lo que los muertos
soñaron para estar vivos.

Alfredo Mires

Dibujo: Adrián H. Vargas

Juntos y con ánimo

Ya estábamos esperando que inicie febrero – no por los carnavales, sino porque ahí se vislumbraba el primer encuentro de capacitación del Programa Comunitario. Nos imaginamos un encuentro especial, algo más “para el alma”, para reubicarnos, mirar hacia adentro y empezar este nuevo año con ánimo.
Como responsables del Programa, también es nuestra tarea y nuestro compromiso cuidar a los cuidadores, es decir a los coordinadores campesinos que acompañan los caminos de los niños con capacidades proyectables, y sus familias, en sus casas y comunidades.
En este sentido, nos cayó de perla la visita de Diana Arroyave y Jaime Roldán, de Medellín, Colombia, quienes en su casa andante viajan por América del Sur. En su proyecto Al son del corazón viajero ofrecen vivencias pedagógicas en movimiento, compartires y aprendizajes alrededor del libro, la lectura, la escritura y del desarrollo del ser a través de la biodanza.
Diana y Jaime nos acompañaron todo un día – un día que se nos hizo corto con lo entretenido y divertido que fue aprender nuevas posibilidades de leer y escribir. Ya estamos ansiosos de llevar todas las novedades a los niños del Programa Comunitario y mejorar, de esta manera, nuestras destrezas al Leer para los otros.
Al final del día, Diana y Jaime nos llevaron al mágico mundo de nuestro interior – bailando, sonriendo y compartiendo desde la música, el movimiento y el silencio.
Gracias, Diana y Jaime, por ser y por estar con nosotros.
Rita Mocker

Las huellas de Alfredo

El 23 de febrero tuvimos una reunión virtual con los profesores de nuestras Bibliotecas Rurales en Instituciones Educativas. No se habían conectado muchas personas, pero el grupo era selecto y la conversación fluía.
En nuestro círculo de lectura -por esas coincidencias que no lo son- nos tocó leer El libro y la madrugada (de: Esa luz de más adentro), la introducción que escribió Alfredo Mires para Los seres del más acá en 1988. Siempre me seguirá sorprendiendo esta “presencia ausente” de Alfredo en nuestras vidas y en nuestros andares.
Casi para terminar la reunión pedimos ayuda a los docentes: que escriban para nuestras redes sociales. Sabemos que ellos, desde sus escuelas, tienen mucho que contar y que compartir.
Entonces, la profesora Clemencia Paredes me envió una foto por WhatsApp, donde celebra el fin del año escolar 2023 con una joijona, costumbre que aprendió en Bibliotecas Rurales. Y me envió este saludo: “Gracias, Rita, por mostrarnos las huellas de Alfredo para seguir la ruta que él ha trazado en vida”.
Hermoso mensaje para recordar el cumpleaños de una maravillosa persona.
Rita Mocker

Somos aún: segunda parte

Parece que el Ñaupa tiene mucho que ver con el felino mítico andino. Así nos cuenta Alfredo Mires:
Los mitos de origen en el mundo andino remarcan la presencia del felino mítico como “principio del linaje”. El rol simbólico del jaguar y el puma resulta fundamental, asociado además al rayo y a la personificación de los “fenómenos naturales” (…)
De cualquier modo, mirando imágenes de pumas o jaguares, no es difícil pensar que el personaje de la iconografía en cuestión coincide con el felino mítico. Aunque siempre serán suposiciones, la coincidencia de ojos, “sonrisa” y orejas pueden dar pie al personaje representado.
Es obvio que, aun siendo el puma, el personaje se halla –por lo general–, humanizado, lo cual ratificaría la filiación y la unidad entre naturaleza, comunidad humana, tiempo y deidades en el basamento religioso-cultural de los andes.
Si siguiéramos la curvatura de una de las callanas podríamos deducir la cantidad de imágenes que habría contenido el plato original: serían 24 personajes que, con sus pares, devendría en 48, el número 'perfecto' de los yach'aq (sabios, maestros o 'brujos'). Al hallar tantas callanas en los espacios rituales, la pregunta es si los platos y cuencos no habrían contenido ofrendas de aplacamiento para los felinos (práctica –que aún hoy se observa en el campo– para evitar la agresión de las especies).
Alfredo Mires en: El Ñaupa

febrero 16, 2024

Renacimientos... después de la tormenta

Como familias campesinas celebramos la llegada de la lluvia porque es sinónimo de vida. Con ella renacen las esperanzas y, por eso, cuando empiezan las primeras lloviznas salimos a saludarlas, les damos la bienvenida –habrá pan en nuestras mesas– decimos.
Nuestros abuelos nos enseñan a cuidar y respetar la naturaleza y a prepararnos para recibir la lluvia y a veces por descuidados ocurren situaciones lamentables. Así pasó que, un buen día, la lluvia se filtró por el techo del espacio donde almacenamos nuestros libros, era cerca de la media noche; así que nos tocó ponerlos a salvo pese al sueño que a esa hora nos invade. Preguntas, inquietudes, dichos, proyectos iban naciendo en medio de las carreras; por momentos nos invadió la tristeza: tantos esfuerzos se habían echado a perder, pero nos animamos entre nosotros –cuando llueve todos se mojan, después de la tormenta llega la calma, no hay mal que por bien no venga– y reflexionamos también –es un llamado a estar mejor preparados, no bajemos la guardia en el cuidado de la casita, los puquios nos llaman a leerlos, el qayaqpuma nos transmite fortaleza, revisemos nuestros cuentos- y así, cada título nos inspiraba.
A media noche la familia conversaba, leía, se mensajeaba, esperábamos confiados la llegada de buenos voluntarios para que nos den una ayudita. Perdimos muchos libros, pero sí, sí que llegó la ayuda y se fortaleció el compromiso por cuidar este gran legado que humildemente nos dejó nuestro gran compañero Alfredo Mires.
Gracias agua bendita, por hacer posibles estos renacimientos.

Así en las flores como en el fuego

La deidad colibrí en amerindia y el dios alado en la mitología universal.
Este es el libro en el que Alfredo Mires muestra su extensa y minuciosa investigación con la que, prácticamente, rinde homenaje a ese personaje fantástico, mítico y real, como es el colibrí.
Bien dice en el prólogo, don Grimaldo Rengifo, que Alfredo ha criado y ha traído al presente, la compañía al legendario Colibrí de Nazca. Y es que Alfredo, en este libro, nos presenta testimonios, cuentos, versos, imágenes e incluso detalles morfológicos, tan variantes, de este ser maravilloso, nos dice dónde encontrarlo y con qué nombres llamarlo, según el lugar donde vive y reina.
En esta investigación, publicada en el año 2004, por Bibliotecas Rurales, podemos descubrir lo que el quindecito, como amorosamente lo llama Alfredo, significa para su propia vida y para la vida de la comunidad, muestra la presencia de la deidad alada, particularmente, la del colibrí, en la mitología americana. Nos presenta mitos y otras referencias en las que aparece el colibrí como principio sagrado, así como su papel en la iconografía contemporánea y el resultado de las observaciones que el mismo Alfredo realizó directamente a los colibríes, en sus contemplaciones diarias, así como en el rescate de las tradiciones: cuentos, mitos, leyendas, poesía e imágenes; de distintos autores y artistas; y, como no, también las propias, porque Alfredo siempre disfrutó dibujando quindecitos, elaborando bosquejos, creando y recreando.
Para conocer más y encantarnos con el colibrí, Alfredo nos dejó una hermosa herencia: Así en las flores como en el fuego.